domingo, 2 de mayo de 2021

Barbaridades de belleza que cometía en mis años mozos


Bien por ignorancia, pereza o subnormalidad, aquí van algunas salvajadas y errores galopantes que cometía en belleza, sobre todo de adolescente. 
  • Morderme las uñas: por culpa de este pésimo hábito no lucí uñas bonitas hasta los 28-29 años, que fue cuando conseguí dejar de morderlas. Todavía no me creo la diferencia entre aquellas "uñas" a cómo las llevo hoy. Escribí post sobre ello y puse fotos del antes y el ahora.
  • Piercings en la cara: a los 20 me los hice en ceja, labio, lengua y ombligo. Adoraba el de la ceja -me pegaron muy bruto el nu metal y Jonathan Davis- y lo llevé unos años, pero los otros me los quité enseguida. El de la lengua me golpeaba los dientes y no aguanté ni un mes, y el del labio provocó que por el roce permanente con la plaquita de metal las encías de los dos incisivos centrales de abajo se empezaran a retraer y se viera más diente. Fue quitarlo y con el tiempo la encía se regeneró. Estéticamente me creía "cool" por llevarlos y hoy me parecen un atentado a la vista todos los piercings faciales sin excepciónY menos mal que al tener los labios gruesos, al estar el agujerito justo debajo del labio inferior me lo tapa por el grosor y no se ve, pero ahí debajo sigue el puntito. Solo conservo el piercing del ombligo, que es el único que me parece bonito.
  • Depilarme las cejas con cuchilla de afeitar: lo hice muchísimos años. Me daban pánico las pinzas, temía el dolor (leí que incluso hay mujeres que utilizan crema anestésica antes de depilarse las cejas). Ahora llevo tanto tiempo con las pinzas que no noto la más mínima molestia. Y el resultado con uno y otro método = sin comentarios.
  • Decolorar mis cejas negras y pretender pasar por "rubia": lo hacía cuando llevaba el pelo aclarado frito, para armonizar. Las decoloraba hasta que quedaban amarillas y las pintaba con lápiz marrón, iba "preciosa". Y estética aparte, va un mundo entre llevarlas en mi color natural y la comodidad de no tener que hacerles nada, a aquella esclavitud de tener que decolorarlas cada pocas semanas y estar siempre pendiente de su maquillaje para que no se viera el horrible amarillo decolorado -en piscina o playa era un problemón-. Moraleja: morenazas de pelo y cejas azabache que queráis poneros rubias, pensadlo bien, porque lo más probable es que hagáis el ridículo.
  • Usar el decolorante como si fuera champú: a partir de los 18-19 años eso fue una locura. Dos o tres decoloraciones en un día, varias decoloraciones en una semana / mes, pasar de negro a rubio o rojo como quien cambia de camisa, luego volver al negro y a las tres semanas al rubio... Puedo dar gracias a los dioses por tener cabello y no tener calvas ni problemas de caída ni nada.
  • Agua oxigenada para "aclarar" el cabello: sí, yo también caí.
  • Llevar el pelo a lo chico: creía que iba divina y transgresora (fruto de la rebeldía rockero-chorra de los 18), y ahora miro fotos y qué dolor. Prefiero infinitamente el pelo largo, y el corto tiene que ser mínimo melenita / bob y siempre cortos femeninos y estilosos. Cortísimo o a lo chico, solo si te llamas Sharon Stone, Halle Berry, Audrey Hepburn o Shirley McLaine. Eso sí: al menos nunca llevé rapados ni similares.
  • Cortarme el pelo yo (y con tijeras de la cocina o de coser): lo llevaba por los hombros o más largo, agarraba las tijeras, y zas. Si podemos causar un estropicio con un simple corte de puntas, imagina si hablamos de dejar el pelo por la barbilla. Ahora lo llevo largo pero da igual: he abandonado lo del corte casero y ya siempre me retoco las puntas en peluquería. La diferencia es abismal.
  • No saber maquillarme ni vestir: ya me hubiera gustado maquillarme con 18 años como me maquillo ahora. Ídem con la ropa: entre el pelo cortado con las tijeras de la cocina + cara con piercings que parecía una ferretería + ropa metalera en plan saco, llevaba unas pintas que no entiendo cómo ligaba (y no poco). Luego seguí vistiendo rockerilla pero infinitamente más elegante, sexy y femenina. Eso sí: NADA como la comodidad de saltar toda la noche canciones como "Killing In The Name" en pantalon ancho y deportivas.
  • Venerar el maquillaje de bazar chino: de adolescente era ritual, ir sola o con la amiga y pillar mogollón de productos (mítico el lápiz de ojos negro automático de Carlo di Roma). La idea era comprar un montonazo de cosas por dos duros, primando cantidad sobre calidad. Hoy es al revés: no me gusta nada acumular, me he aficionado al maquillaje de alta gama, y prefiero tener un solo colorete excelente de 40 euros que comprar veinte malos solo porque son baratísimos. Aunque hay maquillaje genial y económico como el de marcas tipo Maybelline o Revlon, pero del chino o marcas blancas de supermercado = nunca más.
  • Salir de las clases de taekwondo e irme con la compañera a la panadería cercana a atiborrarnos de berlinas de chocolate, chucherías o bolsas de patatas: ¡jajajajaja, pues esto sí lo repetiría!.