Rose Gold Glitter Peel-Off es una mascarilla facial de las que vienen en sobres de uno o pocos usos. Es la segunda que tengo de este tipo, tras una de Sephora -ambas me las regalaron, que si es por mí, nunca las compraría-. Llamadme anticuada pero prefiero infinitamente cosméticos faciales con el formato de siempre (tarro o tubo de 50, 75, 100 ml...). Además, con esos envases tienes crema o mascarilla para muchísimo tiempo, en lugar de estos sobrecillos que solo dan para una o poquitas veces.
La presente mascarilla elimina impurezas y células muertas, además de su fórmula enriquecida con rubí, rosa mosqueta y vitamina A, que aportan antioxidantes que mejoran la elasticidad y firmeza de la piel. Se deja actuar 15 minutos. Contiene 10 gramos.
Se supone que es de color rosa oro y que tiene purpurina... pues bien: una vez la apliqué, el aspecto de esta mascarilla en mi rostro no tenía NADA que ver con lo que muestra la foto en el sobre. Ahí la modelo lleva la mascarilla de un precioso color rosa claro con muchísimo brillo, efecto como de joyitas. Sin embargo, en mi cara quedó más parecida a:
El rosa de la foto del sobre estaba en espíritu, y en su lugar, era rojiza y lucía como si me hubiera quemado la piel. Parecía un guiri tras torrarse al sol en Benidorm. O el Vengador Tóxico.
También digo que acostumbrada toda la vida a mascarillas transparentes, blancas o con algún ligero toque de color, jamás compraría una por su aspecto visual mientras la lleve puesta. Ahora están muy de moda las mascarillas con mil pijadas estéticas de que si colorines, dibujitos, brillitos, purpurinas... pero a mí solo me interesa que dejen el cutis genial y por eso no me importa el aspecto que tengan durante esos 10 o 15 minutos. Total, tras ese tiempo las vas a limpiar.
Y el motivo por el que quedando cantidad la tiré a la basura y ni loca la volvería a usar: siempre he utilizado mascarillas faciales de las que se limpian con agua, y ésta es de las que se retiran como si fueran cera de depilar: tras esos 15 minutos se quedan secas y duras en el rostro, y tienes que coger un extremo e ir tirando lentamente para que vaya arrancándose la mascarilla que ha quedado completamente solidificada y pegada a la piel.
Toda la vida entrenando artes marciales y mil deportes, fortaleza y estado físico cual toro de Osborne y una considerable tolerancia al dolor no sirvieron de nada ante esta nueva situación: DEL DOLOR VEÍA LAS CONSTELACIONES (faltó que se me aparecieran los Caballeros del Zodiaco) mientras me iba despegando la mascarilla. Vale que no estoy acostumbrada a este método, pero es que ME ARRANCABA LA PIEL. Poco más y me deja la cara como la de un muñeco de anatomía. Ya podía despegarla más despacio o más rápido, daba igual. Era una sensación horrible, incómoda y tremendamente dolorosa. Al final opté por retirarla arrastrándola a duras penas con una toalla húmeda. ¡Y se le puede dar uso como crema depilatoria, porque me arrancó vello facial! oye, pues una cosa buena jajaja.
Quiero pensar que esto no es generalizado con las mascarillas de este tipo, porque si es así no entiendo cómo las puede comprar alguien, habiendo mascarillas cremosas y suaves que se lavan cómodamente con agua. Aunque esas no están de moda ni llevan brillis ni colores chulos para hacerte la fotito y que te pongan "likes".
Cuesta 1.50 euros, pero me la regalaron con un pedido a Primor. Claro que esta basurilla no vale ni medio céntimo.
Lo dicho: a mí dame mascarillas de las que se lavan con agua. Éstas que se retiran despegándolas del rostro se las vuelve a poner su santa madre. Mi primera vez y la última. Y la que tengo de Sephora también es de sobre, pero esa sí se retira con agua y no arrancándote la cara en plan fatality del Mortal Kombat.
NOTA: 0 / 10